Cuando hablamos de innovación, o más aún, cuando hablamos de I+D+i, donde además de la innovación incluimos la investigación y el desarrollo previos a la propia innovación, solemos pensar en el desarrollo de productos innovadores con un alto contenido científico o tecnológico. Sin embargo, cuando acercamos la innovación a las empresas, sobre todo a las PYME, nos damos cuenta de que un proceso de innovación es más sencillo, más cercano y menos complejo, en ocasiones, que los desarrollos de los que hablábamos.

Así, un proceso innovador en una PYME puede pasar por una investigación previa, con su posterior desarrollo, que acabe en un producto o servicio final determinado. Puede también basarse en investigaciones y desarrollos existentes, bien de universidades, centros tecnológicos, colaboradores e incluso competidores.

O la innovación puede surgir también sin ese proceso previo de investigación y desarrollo. La innovación puede surgir de una idea, de una señal, incluso de una casualidad.

Pero las empresas no pueden esperar a que la innovación surja casualmente, tenemos que sistematizarla, incorporarla a nuestra gestión diaria o, al menos, considerarla en nuestra actividad, si bien de forma puntual, pero periódica.  Y tenemos que tener una metodología que nos permita hacer eficiente el propio proceso de innovación.

La innovación puede y, a nuestro entender, debe sistematizarse. Que no es otra cosa que organizarse. Organizar el cómo, el cuándo, el quién y el cómo de la innovación en nuestra organización.

Para iniciar un proceso de innovación, lleve o no aparejada una investigación previa, necesitamos siempre partir de “algo”. No iniciamos un proceso de innovación partiendo de la nada. ¿Qué hacemos para iniciar la innovación?

La innovación, las buenas ideas, no llegan casualmente. Como la suerte no llega de forma casual. Se ha demostrado que tiene siempre más suerte aquél que la busca, que está continuamente trabajando y haciendo caso a las “señales” de su entorno.

Busquemos pues la suerte. Y que la busque todo el equipo, no el gerente sólo. Así, lo primero que tenemos que trabajar con nuestro equipo es  para que sean capaces de buscar la suerte o, en nuestro caso, la inspiración.

Para ello existen metodologías, pero lo más sencillo es conseguir que el equipo de trabajo esté atento a las señales de nuestro entorno, que para cada miembro de la organización son distintas, ya que su entorno es distinto al de su compañero. Tanto por el puesto de trabajo que desempeña como por su propio entorno familiar y personal. Unos están en contacto con clientes (comercial), otros con proveedores (compras), pero otros con transportistas que trabajan para muchas otras empresas (logística), con empresas de mantenimiento (producción), con entidades financieras (administración), etc.

Cada trabajador de una empresa accede a una información a la que posiblemente no accedan los demás. Eso sin contar con el entorno personal de cada uno, con sus gustos, aficiones… No todos oyen los mismos programas de radio, ni ven los mismos programas de televisión.

La cantidad de información que podría llegar a una empresa en la que sus trabajadores estuvieran “alerta” es incalculable. Si esa información somos capaces de procesarla, canalizarla y extraer de ella las verdaderas señales para iniciar la innovación… el potencial para nuestra organización es enorme.

Para ello tenemos que trabajar la “inteligencia compartida”, pero de una manera muy simple. Hay que conseguir que los trabajadores, todos, estén alerta. No hace falta que todos sepan de todo, ni que todo se trasmita. Cada uno en su campo, su área y conociendo vagamente lo que hacen los demás, podría estar alerta para captar las innumerables señales que pasan a su alrededor.

Vemos por tanto que un primer paso es motivar al personal para que esté atento, para que detecte y trasmita señales, para que las haga llegar al grupo.

La motivación se puede obtener de diversas maneras. Quizás lo más difícil no sea iniciar el proceso de motivación, sino mantenerlo en el tiempo. Pero como estamos trabajando los inicios, utilizaremos herramientas para motivar al personal, para crear sentimiento de grupo, de equipo, para crear sensación de pertenencia a un grupo, a la empresa.

Como decíamos, existen diversas técnicas de motivación, pero utilicemos una que además de motivar nos permita que todos los

miembros de la organización empiecen a conocer lo que hacen sus compañeros, y empiecen a valorarlo.

Para ello proponemos las metodologías apreciativas, que nos permiten resultados extraordinarios con un mínimo esfuerzo. Realmente, las metodologías apreciativas las usaremos en prácticamente todas las fases del proceso de innovación.

Los métodos apreciativos basan su sistemática en trabajar siempre desde el lado “positivo” de la realidad, identificando los temas afirmativos, frente a los métodos deficitarios, donde lo que se identifica son los “problemas”.

La utilización de métodos apreciativos supone igualmente una resolución de problemas, pero no actuando sobre el problema en sí. No nos centraremos nunca en identificar los problemas, sino que nos centraremos en identificar las potencialidades. Hasta dónde somos capaces de llegar, qué sabemos hacer mejor, cuáles son nuestras mejores experiencias.

Para la motivación inicial del personal, para conseguir su implicación y participación en la captación de ideas, de señales, proponemos la utilización de los Diálogos Apreciativos. Esta metodología nos permite la participación de hasta el 100 % de los trabajadores de la empresa, es dinámica, con lo que no evitamos las reuniones tediosas, y es altamente eficaz para obtener resultados concretos, pero además para permitir que los trabajadores conozcan las tareas que desempeñan sus compañeros de otros departamentos y las valoren.

Los Diálogos Apreciativos se inician con el intercambio de experiencias positivas “tú a tú”. Continúan con la selección de las mejores experiencias trabajando en grupo y la determinación de las potencialidades o lo que llamamos el “Núcleo Positivo” de una organización. A partir de ahí iniciamos la fase del “Sueño”: hasta dónde queremos llegar. Dejamos volar la imaginación y nuestros sueños… pero la siguiente fase es la de concretar hasta donde vamos realmente a llegar y cómo.

Gracias a este proceso se obtiene un importante sentimiento de equipo y pertenencia a un grupo, a una organización, pero además conseguimos un punto de partida hacia la Innovación en nuestra organización. Ya sabemos hacia dónde queremos ir, incluso podemos determinar quiénes serán los que participarán en el futuro equipo de innovación.

Hemos iniciado pues el proceso de motivación y participación para innovar. Sabemos la dirección de nuestra innovación y además preparamos una metodología para captar las señales, en la que ya participan todos. Esta metodología incluirá el filtro y selección de las señales sobre las que trabajar.  Ahora hay que ponerse a innovar, a desarrollar las ideas.

De nuevo interviene el equipo. Para trabajar de forma creativa, nuestro equipo tiene que estar preparado. Y esto no es posible si no cambiamos algo, en nuestra rutina, en el lugar donde innovar.  Tenemos que “desconectar” y “abrir la mente” para crear.

Para ello utilizamos algo tan sencillo como la Wii, adaptamos alguno de sus juegos al trabajo en equipo, dividimos a los asistentes, que en su mayoría no se conocían, en grupos, y por equipos empezaron a jugar. El resultado, además de un rato muy agradable, donde predomina la risa, pero también la tensión del juego en equipo, fue por una parte la relajación de todos ellos, y por otro la creación de equipos, en los que todos colaboraban y en los que nació la sensación de pertenencia a su equipo.

Cuando los equipos ya eran compactos, tras unos pocos juegos, pasamos a las “mesas de innovación”. Aquí, cada equipo dispone de 30 minutos para enfrentarse a un reto: crear, partiendo de cero, un producto o un servicio innovador. Hay que formular la idea, darle forma, crear una maqueta con piezas y luego defender la idea ante el otro equipo. Los resultados son espectaculares para el poco tiempo disponible. Y a ello contribuye en gran manera el ambiente de equipo y la relajación lograda mediante los juegos.

Los resultados se pueden resumir en: creación de un ambiente adecuado para la creatividad, motivación, sentimiento de unión y pertenencia a un equipo y, por último, realización de un proceso creativo rápido y eficaz.

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